El calor es tan extremo que estoy tirada en el suelo como un trapo. Podría estar en otro sitio, pero soy un trapo y los trapos no piensan en una vida mejor.
Me hace falta una fuerza superior que me agarre de los
picos, me levante, me meta en el agua salpicando con estrépito y con rabia, me frote, me retuerza, me exprima, y me enjuague bien para colgarme a secar en el tendedero, fresca, clara y tan limpia como los chorros del oro. Como esos chorros de oro corriendo a placer bajo la superficie del agua de los ríos, vetas de chorros de oro en el lecho de roca en lo más profundo de la tierra, me gustaría ver lo limpios que están. No me gusta especialmente el oro, no tengo nada de oro y detesto con todas mis fuerzas ese brillo amarillo en relojes, collares y bolsos. Es que no lo tolero ni falso, ni verdadero por todo lo que representa.
El oro proviene del interior de estrellas supernovas que colapsan y una vez que se estrella contra la tierra y debido a su peso específico, relativamente alto, se entierra cada vez más y más profundamente en ella.
El oro es maleable, excelente conductor, no se oxida y dado que su punto de fusión es muy alto, resiste altas temperaturas, aunque pese demasiado y tanta ostentación te parezca de mal gusto, es por eso que nos acompaña desde hace miles de años.
En el principio de la historia del hombre, el oro se utilizaba para hacer ornamentos y joyería, en el antiguo Egipto se le consideraba un metal sagrado para llevar puesto en este y en el otro mundo como símbolo de inmortalidad.
Los etruscos debido a su biocompatibilidad lo utilizaron en odontología y no fue hasta el siglo IV a.c que empezó a ser acuñado como moneda.
No hay tanto oro, en realidad es un metal escaso. Casi todo el oro que hay sobre la tierra lo tiene la iglesia, y el otro está en el fondo del mar.
Tengo una amiga doradora que esparce con sumo cuidado y delicadeza capas extremadamente finas y extremadamente caras, sobre las imbrincadas y retorcidas superficies de madera de pasos, retablos, marcos y yo que sé más objetos de culto y adoración.
Y a pesar de que le encanta su trabajo y tiene unas manos que valen oro, no le pagan lo suficiente, así que también hace deliciosas tartas y exquisitos pasteles, sin gluten, sin azúcar y sin oro.
Si yo me encontrara por un casual, subiendo una montaña o buscańdolo a drede, cirniendo la arena del rio, una pizca de oro, lo primero que haría, antes de gritar Oro!! y sin que nadie me viese, sería tragármela inmediatamente, mientras visualizaría como va sanando en su recorrido, mi cuerpo y mi alma.
Y dado que no se puede digerir porque es un material inerte, ni se descompone, ni se absorbe de ninguna manera, y que tal como entró, saldría, me haría un anillo para tenerlo siempre conmigo, so pena de parecerme a Golum.
Y he aquí, después de tanta chapa y de haber puesto remedio a mi total ignorancia y desconocimiento sobre el oro, lo que os quería contar.
Hace un un par de años empecé a experimentar los síntomas de la perimenopausia, no me voy a extender sobre esa etapa que tenemos que transitar las mujeres porque hasta que no te pasa, no puedes ni entender, ni acercarte minimamente a lo que hace con unas y con otras y como te afecta, por mucho que te lo cuenten. Es que estás viendo amargadas de la vida a tu madre y a sus amigas, que son tanto o más exageradas que ella, y lo que piensas es : No veas lo que les gusta llamar la atención con el abanico y sus aspavientos y que todo lo que les pasa es que están mal folladas. Así tal cual. Y nada más lejos de la realidad. Y aunque existan mujeres que no lo notan, afortunadas ellas, yo hablo por mí y por todas las que lo han sufrido antes que yo y por las que lo sufrirán después y os digo para que no os pille desprevenidas que es infernal y me suda el coño que digan que soy una exagerada como tu madre y como tu abuela, porque a mi madre no le ha pasado.
Por qué esto que nos sucede a la mayoría o a muchas de nosotras, no lo explican ni en el colegio, ni en ninguna parte? porque no hay quien lo entienda, y nunca nos hemos puesto, ni propuesto entenderlo en condiciones, porque como es una transición natural, que sólo sufrimos las mujeres, donde todo es un desvario de ovarios, hormonas, ciclos menstruales
irregulares, cortos o largos, (el mio era de seis meses sin y de seis meses con regla
ininterrumpida, un auténtico coñazo, valga la redundancia), pero como es algo normal, no te queda otra que joderte y encima estamos todas locas, pero de verdad.
Al segundo año de estar más desequilibrada que de costumbre, sin dormir, sufriendo combustiones espontáneas y sangrado durante seis meses, corriendo el riesgo de quedarme más seca que una mojama, empecé a preocuparme seriamente.
Me preocupé, si, me preocupé, porque no se puede vivir sin hierro, sin sangre, sin memoria, sin sueño, sin energía y con el termostato estropeado y también porque había escuchado que hay mujeres a las que les duran los sintomas para siempre y estaba aterrorizada.
Así que fuí y le conté todo lo que me estaba ocurriendo a la ginecóloga y le pregunté lo de que si te podía durar toda esta mierda para siempre, con lo contenta que estaba con que fuera una mujer y presuponiendo que estaría de mi lado, que me entendería y que me lo explicaría todo super bien, sabéis lo que me respondió? que si me estaba cachondeando de ella y que tenía a más pacientes a las que atender. Para parar el sangrado de inmediato y para siempre me recetó unas pastillas, que una vez leido el prospecto, no osé en tomar y me fui para mi casa más preocupada y más triste todavía.
Lo que solemos hacer las mujeres cuando nos pasan cosas de mujeres y que no sabemos o no podemos solucionar, es contárselo a nuestro círculo de mujeres y así andaba yo, por esos andurriales, con mi regla ininterrumpida, gastando más en salvaeslips que en toda mi vida fértil, escuchando experiencias menopáusicas de unas y de otras hasta que una de mis amigas, me dijo que me pusiera algo de oro en el ombligo, un pendiente, un anillo, daba igual, lo que fuese, pero de oro puro.
Primero me entraron unas ganas espontáneas de reirme en toda su bonita cara, pero la miré a los ojos y ví que me lo estaba diciendo en serio y además confío en ella, segundo, tenía bien claro que no me iba a tomar las pastillas corta-rollo esas y tercero que por probar no perdía nada.
Pero tenía un problema del tamaño de la medallita, del pendiente, crucecita, anillito o cualquier pizca de oro que no tenía, vaya, que no había oro, ni falso ni verdadero , ni del que cagó el moro, ni de ninguna clase en mi casa.
Mi amiga no dudó un segundo en prestarme el anillo de oro más bonito que he visto en mi vida y que había pasado de la abuela a su madre, y de su madre a ella para después heredarlo su hija y así sucesivamente hasta el fin de los tiempos, para que me lo pusiera en el ombligo durante el tiempo que tardara en retirárseme la regla, que estimaba en un par de días, aunque podía, en algunos casos raros tratarse de una semana.
Y así, con un preciado y preciosísimo anillo de oro en el ombligo encapsulado con varias tiras de esparadrapo, fui por la vida, varios días con sus noches, cuidando de no perderlo ni muerta, hasta que al cuarto día se me retiró el periodo y dejé de sangrar completamente y pude devolver el anillo a su dueña con la más estupefacta
y agradecida de mis sonrisas.
Es por eso que entiendo, que el verdadero valor del oro radica en su poder curativo, porque todo en la naturaleza tiene un sentido, y ese es el sentido del oro, curar.
Por eso quien lo posee se siente protegido, fuerte y poderoso. Y de ahí vienen todas las parafernalias y demás paranoias a lo largo de la historia en torno al oro.
Le pediré a mi amiga que me envíe una foto de su anillo de oro, el más bonito del mundo, para hacerme uno igual.
A Cristina Pecellín.
Las fuentes de dónde he saciado mi sed de sabiduría sobre el oro son:
https://geologiaweb.com/
https://finagarcia.com/blogs/oro/historia-del-oro#:~:text=El%20oro%20en%20las%20civilizaciones,estaban%20hechos%20de%20este%20metal.