Hace poco en una noche lluviosa, tuve una cita con alguien que duró el resumen
de su matrimonio, su experiencia como padre de sus dos hijos lustrosos y lo que
tardo en beberme un botellín de cerveza de veinte centilitros.
Perdí el conocimiento y me di una buena hostia en la cabeza contra el suelo
adoquinado.
charco, pero ese alguien me despertó y me levantó del suelo mojado.
Un cuerno en mi sien derecha conservo como recuerdo.
Creí que era evidente mi reticencia pero volvió a llamar.
Le dije que tenía que resguardarme de la lluvia intermitente.
Lo entendió perfectamente.