Era muy pequeña, pero se acuerda. Apenas tres años.
Salía al jardín buscando el sol, arrastrando una manta, en la que desparramaba todos sus juguetes. Y junto a la cancela a un lado de la carretera, cruzando esta el mar, pasaba las horas.
Peleando con su hermano un año más pequeño, pero ostensiblemente más grande, obsesionado por destrozarle todos sus juguetes.
El sólo conservaba un pequeño dinosaurio de plástico duro.
El dinosaurio era más bien el arma con la que se valía para apisonar las historias que ella imaginaba. Era un día de primavera y hacía calor.
Corría tras él, llamándole cabezón, cabezón, cabezón!, y volvía exhausta y agotada a su manta.
Entre lágrimas de rabia vio un monstruo gigantesco que la miraba por encima de la verja, por encima del mar, por encima de todo.
Algún maleficio había transformado el juguete de su hermano y amenazaba con aplastarla de una vez por todas. Cayó inconsciente.
La plataforma que transportaba la descomunal figura de cartón piedra se había atascado justo delante de la verja del jardín, de camino a las fallas de Valencia.
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
¡Hola paisana! Gracias por escribir en mi blog. Gracias a eso, ahora conozco el tuyo, un sitio genial. Un saludo :)
ResponderEliminarAl contrario, tu blog es infinitamente mejor por eso, porque todo es tuyo tuyo tuyo. Al fin y al cabo, yo sólo me dedico a compartir creaciones de otros. Tienes mi e-mail para lo que quieras: vinilocura@gmail.com Un beso.
ResponderEliminarEh, yo he vuelto. Vuelve tú también.
ResponderEliminarVenga vale, pongo mis manos, corazón, cabeza, ahora mismo..besos pá ti loco..
Eliminar