En busca de la noticia absurda que me alumbre.
Un travieso y alegre sacerdote desaparece entre las nubes, colgado a un montón de globos de helio de brillantes colores. Su sonrisa extraviada, de antorcha alucinada sin miedo, subíendo hacía la estratosfera, ilumina al sol. Aleluya.
Seres humanos que tenían toda una vida perfecta por delante la han perdido atrapados en un velero de lujo que se fue a pique. Para esclarecer la causa y castigar a los responsables de tan espantosa muerte, lo reflotarán.
El hijo bronceado del famoso es condenado a cadena perpetua por hacer trizas a alguien que no correspondía a sus sentimientos.
Un hombre mata a su mujer, tropecientasmil veces.
El virus del Nilo acecha mientras el repelente de mosquitos quintuplica su precio.
Israel hace una pausa humanitaria de tres días para vacunar de la polio a los niños palestinos. Después de la tregua los matarán pero vacunados.
Un mundo entero cruzado de brazos es testigo del genocidio, quedará sobre nuestra conciencia el exterminio de un pueblo entero. Siento lo que siento, es horrible lo que pienso, pero lo pienso.
Las piezas caen empujando la taza de café, funden la cucharilla diluida en tinta roja incandescente, se desliza por la alcantarilla como soldaditos de plomo tóxicos que ya no
creen en nada y se dejan morir.
El suelo de losas blancas y negras se resquebraja, el humo sale a borbotones, no es humo es sangre, es la vida de nuestros hermanos, de nuestros hijos, es el grito de todos nosotros. Que nadie se levante, en un juego que no sabemos jugar, subamos el volumen, no tenemos nada que perder.